Estatus y prospectivas de la crisis logística global
Antes de la eclosión pandémica del pasado 2020, generada primeramente en Wuhan- China, el país ya venía cumpliendo desde la última década, el rol de potencia global y uno de los principales actores en la cadena logística planetaria; sin embargo, con el despliegue de su política “Cero Covid”, inició el camino del cierre de sus actividades económicas evidenciadas en el proceso de retención de mercaderías en sus puertos. El retraso en los tiempos de entrega, el impacto en el costo final de sus productos ofertados, el colapso de los centros de almacenamiento y distribución, las dificultades operativas generalizadas a nivel de medios de transporte, sumado a la ausencia de contenedores, ha sido el caldo de cultivo de la actual crisis logística mundial.
La crisis del sector logístico y la tardanza de su recuperación, reflejada en la escasez de contenedores y demoras en el transporte de carga a nivel global, generan un aumento del precio de los bienes, que reduce, de igual manera, su disponibilidad a nivel de mercado. El persistente aumento de los fletes marítimos (un medio de transporte que representa más del 80% del ejercicio del comercio planetario), afecta notablemente los intereses del consumidor final, y ante esa realidad, muchas empresas están trasladando su carga marítima en avión para agilizar sus procesos a contracorriente de las dificultades que vienen surgiendo con la moratoria de entregas. Más allá de las buenas intenciones de exportadores e importadores en aligerar los embates de la crisis, y que ello no impacte significativamente a la demanda, la tendencia es al alza de los precios y a la posible escasez sostenida de productos, sobre todo por factores que vienen afectando aún más la situación. Tal es el caso del conflicto Rusia-Ucrania, la creciente inflación que se vive en los Estados Unidos y Europa, la ya mencionada alza en las tarifas del transporte marítimo y la ausencia de conductores del transporte pesado.
Otros aspectos merecen consideración: el aumento del tráfico en los principales puertos del planeta, como es el caso del cierre del Puerto de Shanghái, que promueve la ralentización del intercambio global, ocasionando retrasos en los procesos de carga y descarga de barcos, los cambios en las rutas emprendidos por delegación de representantes de compañías navieras y aéreas y la incertidumbre por parte de consumidores, quienes con cierto desespero, vienen incrementando el ritmo de sus compras, acelerando los volúmenes de importación. Ante esta situación, parte de la actividad logística se ha orientado también a fortalecer las acciones aduanales y portuarias, en conjunto, para que el proceso sea lo más eficiente posible, recordando siempre que la simplificación de procesos y trámites, que son necesarios para emprender el intercambio de productos entre países, es la tarea fundamental de estos entes u oficinas públicas gubernamentales. En este sentido, es pertinente apuntar que, en la actual situación de crisis logística, las aduanas tienen un reto permanente de incorporar en sus labores el uso de nuevas tecnologías, con la misma velocidad con la que aparecen sobre la marcha nuevos modelos de negocios. Se trata, en definitiva, de trascender el mero rol de ente fiscalizador para convertirse en pieza clave del proceso de agilización del comercio internacional, sobre todo, en un contexto en el que se viene acentuando con fuerza, gracias al comercio electrónico, la cultura de la inmediatez entre consumidores y el acortamiento de las cadenas productivas, haciéndolas más simples y con menos intermediarios.
En el actual escenario de crisis, la reestructuración de los procesos logísticos implica la reinvención de las cadenas de suministro, enfocadas en la efectividad de los flujos de bienes y servicios y en equiparar la dinámica de los procesos de producción, distribución y venta. Aspectos como son: el rediseño de los procesos logísticos, buscando incluso, la ayuda de consultoras especializadas en la elaboración de planes estratégicos, el establecimiento de mejores protocolos de seguridad y salubridad a nivel de trabajadores y mercadería, la optimización de costos, la reducción del número de entregas urgentes y la agilización de toda la cadena para cumplir con el objetivo de satisfacer las necesidades de los consumidores, traduce los esfuerzos que se vienen haciendo para acelerar la recuperación de la actual coyuntura. Sin embargo, el desalentador aumento del precio del combustible a nivel generalizado, pone en peligro los beneficios de las empresas logísticas, las cuales comienzan a modificar su política de ahorro de costos, alrededor de 30% menos de lo que habitualmente venían realizando (cifra manejada por la consultora logística española, Dspartner).
Como complemento de lo anterior, se muestra un cuadro estadístico elaborado por el bróker de Chipre, Capital.com, el cual refleja el aumento del precio del crudo, con actual tendencia por encima de los 90 dólares y con miras a rozar los 100 dólares por barril.
A contracorriente de la data que se ofrece en diversas estadísticas, las cuales refieren un sostenido aumento del precio del crudo, la Administración de Información Energética de los Estados Unidos (EIA), viene pronosticando que los precios del petróleo caerán hasta los niveles observados a finales del año 2021, un poco más de 70 dólares por barril. Aducen en este sentido, que el cambio que experimentarán los inventarios, hacia su disminución, será posible, ya que la tendencia estará signada por una disminución del consumo que contrastará con el aumento de la producción.
Por el lado de la demanda de bienes y servicios, se pudiera observar que, en el corto plazo, la tendencia inflacionaria de las economías pudiera generar una fuerte contracción en la capacidad de consumo de los hogares, los cuales ya no tienen la capacidad de ahorro que tenían en el contexto de eclosión pandémica. Esto, como es de comprenderse, pudiera afectar fuertemente al sector logístico, disminuyendo su ritmo de inversión y operatividad, por lo que se insiste desde la dirección de las empresas logística en repotenciar las estrategias de oferta empresarial, reducir el número de participantes a nivel de la cadena de suministros, aumentar los niveles de digitalización e insistir en que los gobiernos se esfuercen en reducir temporalmente tanto los impuestos energéticos, como los relacionados con otros bienes de consumo, a fin de contribuir a la recuperación del potencial adquisitivo de la población mundial.